EDITORIAL DE HORIZONTE SUR EN LA AM 690 DEL SÁBADO 4 DE MAYO DE 2013

EDITORIAL DE HORIZONTE SUR EN LA AM 690 DEL SÁBADO 4 DE MAYO DE
2013

En los años noventa, desde el Estado, particularmente
desde el INTA y desde la entonces Secretaria de Agricultura, se propiciaron las
cadenas agroalimentarias y el supermercadismo, se fortaleció asimismo, la
tendencia a industrializar los alimentos y se habilitaron para su
comercialización las primeras semillas genéticamente modificadas. Fue entonces,
cuando nosotros como GRR comenzamos a denunciar que el país entraba en la fase
del modelo de los Agronegocios y señalamos que nadie había votado esas
políticas que se decidieron a espaldas de la opinión pública, políticas que
inclusive la propia dirigencia política ignoraba, a veces totalmente, o sea que
ignoraba el sentido y los contenidos de los cambios que se estaban sucediendo.
Esos cambios estructurales que afectaban decisivamente el destino de la Argentina, acontecían en
los marcos de lo que algunos como Clarín Rural, llamaron una nueva revolución
verde en la agricultura y que, en verdad, no era más que el reemplazo de las
labores agrícolas racionales y relativamente sustentables, que se habían
llevado a cabo hasta entonces, por las prácticas de una agricultura química con
uso abundante de insumos, monocultivos extendidos, nuevas formas de administrar
y gerenciar la empresa agropecuaria y además, el nuevo protagonismo central de
los pooles de siembra, en reemplazo del antiguo contratista que realizaba las
labores agrícolas por encargo del chacarero, ahora, todo ello impulsando un
modelo de agro exportación de comodities a satisfacción de los mercados
globales…

Desde los años noventa hasta el presente,
fueron muchas las administraciones y banderías políticas que pasaron por el
gerenciamiento político de este modelo de país. Todos ellos se asemejaron en el
sentido de que, parecían no conocer demasiado del tema, hasta que, a poco andar
en funciones de gobierno, lo hicieron suyo y adoptaron con naturalidad, los
mismos discursos que alguna vez a finales de los años noventa, habían urdido
Héctor Huergo, Gustavo Grobocopatel y Víctor Trucco, este último, el presidente
honorario de AAPRESID. En el caso de la Presidente CFK
que, se ha convertido en una de las más entusiastas propaladoras de las
bondades y maravillas de la biotecnología, de los patentamientos de genes y de las
políticas de la empresa Monsanto, se dice que fueron Daniel Filmus y Adrián
Paenza los que se habrían encargado de ganarla para el nuevo mesianismo
tecnológico, y probablemente sin mayor esfuerzo, en una larga conversación
habida durante una de sus giras, en un Hotel de la ciudad de Nueva York.
Digamos que ambos gestores provienen del estalinismo y que Paenza sería nada
menos que el hijo de uno de los más importantes dirigentes financieros del
Partido Comunista, hombre del equipo secreto formado por Victorio Codovilla en
los años cuarenta, para manejar las empresas del Partido.

A principios de los años dos mil, no eran
precisamente justicialistas quienes presidían la Comisión de Agricultura
de la Cámara
de Diputados Nacionales sino que eran radicales, lo cuál prueba una vez más que
ciertos compromisos cortan por igual a toda la clase política. Provocamos en
aquellos años como GRR y en varias oportunidades, intensos debates en el seno
de la Comisión,
cuestionando el modelo de los Agronegocios que se implementaba a diario y sin
resistencias de los diversos sectores políticos. Aún más todavía, en esa época, la Argentina
osó llevar desde la Cancillería y teniendo a Elsa Kelly como una de las mayores
responsables, una demanda contra la Unión Europea ante la OMC, para conseguir que Europa
retirara la moratoria establecida sobre los OGM. En esa demanda ante el
Tribunal de Negociación de la OMC,
nosotros como GRR fuimos Amicus curiae del Tribunal a favor de la moratoria y
en contra del Gobierno argentino.   En los debates de aquellos años en Diputados,
nos ocurrió en más de una oportunidad, que cuando los legisladores carecían de
argumentos como para resistir nuestras denuncias, lo que hacían era apelar a
científicos cubanos a los que se invitaba a visitar el país y exponer en las
Comisiones a favor, por supuesto, de las Biotecnologías y de la ecuación
neocolonial que nos obligaba a ser exportadores de comodities y de materias
primas. En aquellos años en que todavía Fidel mantenía una presencia activa en
el escenario internacional, su respaldo a las políticas del Crecimiento y de la
gran escala, así como de la incorporación masiva de tecnologías llamadas de
punta en el Continente, aunque implicaran fuertes alianzas con las
Corporaciones, tenían importante predicamento. A lo que apunto, es a que, más
allá que el discurso de la sojización y de la colonialidad no les fuera propio
a la mayor parte de nuestros dirigentes políticos, con la excepción de aquellos
casos en que había intereses directos, la dirigencia política en general y más
allá de sus partidismos, aceptaba el discurso de los Agronegocios como a un
guante que le calzaba perfectamente a sus intereses.  Preguntémonos entonces, ¿cuáles serían esos
intereses? Fundamentalmente los de intermediar las relaciones coloniales de una
Argentina dependiente. A unos les convino la urbanización forzada a que
conducían los monocultivos, para implementar políticas de clientelismo o
asistencialismo, a otros les convino el tipo de transportes elegido para montar
un poder personal sobre todo lo que circulaba sobre ruedas y muchos fueron los
que aprovecharon los fondos fiduciarios para convertirse en los nuevos
agricultores urbanos que proponía Grobocopatel. Todos y particularmente un
grupo de Biotecnólogos provenientes del partido comunista, aprovecharon los
nuevos relatos que sacralizaban la idea de Progreso y de Crecimiento y
adscribieron a las nuevas modernidades periféricas que nos  proponían los mercados globales.

Ahora, desde ciertos sectores de izquierda, se pontifica
acerca de que los procesos extractivos en América Latina, tienen una cierta
autonomía en sí mismos como procesos económicos ligados a la Globalización y a
las necesidades de los mercados globales, y que deberíamos verlos como una
nueva fase del neoliberalismo de los años noventa, o de los históricos procesos
de acumulación capitalista en el continente, que fueran expresados por diversas
corrientes desarrollistas o neo desarrollistas. La descripción del escenario parece,
en principio, bastante acertada, sin embargo esconde sus trampas. La primera es
que se expone con excesiva asertividad, sobre una situación que durante años se
permitieron ignorar, tal vez porque no sabían cómo descifrarla, situación que
ahora pareciera resulta imposible no reconocer debido a sus extendidas
devastaciones y efectos brutales sobre las poblaciones.  En segundo lugar, que exponer al “extractivismo”
como un concepto casi tecnocrático tal como se hace habitualmente por parte de
estos sectores, refiere a un problema de conductas, y abre la posibilidad de un
“extractivismo aceptable” que, pudiera tal como se dice en el caso del Litio
boliviano o del petróleo venezolano, ser negociado con las corporaciones de una
manera que sea  admisible y positiva
desde perspectivas progresistas… De hecho, el recordar tal como suele
hacérselo, que fuera el neoliberalismo quién implantó en los años noventa el
modelo de los agronegocios y produjo las primeras habilitaciones de
transgénicos, lo que se está haciendo es exculpar al actual progresismo en el
Gobierno, a la vez que ocultar sus enormes responsabilidades en la
profundización del modelo, tanto como ignorar que los discursos a favor del
Crecimiento, que justifican las nuevas colonialidades han sido absolutamente
incorporados como propios, por estos sectores progresistas de izquierda tal
como es el caso de Lineras en Bolivia, Dilma en Brasil, Correa en Ecuador, Mujica
en Uruguay y Cristina en la Argentina.

En cambio de imaginar la posible autonomía de
los procesos extractivos, que se daría según algunos, al margen de la voluntad
o de los propósitos de los actuales dirigentes, en verdad activos gerenciadores
actuales de ese modelo, creo que deberíamos tratar de comprender las razones
por las que tanta dirigencia de izquierda que nos prometía el Socialismo, hoy
en América Latina, hacen por lo contrario, en función de gobierno, el mega
capitalismo o el Crecimiento dependiente de los mercados globales.  Es por la misma razón por la que tantos
intelectuales estudiosos de los movimientos sociales, que nos explican algo que
ya sabemos, o sea la legitimidad de luchar contra los procesos extractivos, se
esfuerzan a la vez para alertarnos, sobre la dificultad de salir de ellos, ya
que supuestamente, la industrialización de nuestros países exigirá en algún
momento, negociar ese mismo extractivismo con las Corporaciones, al estilo en
que lo hace Venezuela o Bolivia… Es decir que, en la Argentina, esos
estudiosos de las luchas populares que no son capaces de estudiar a las
empresas, en verdad acompañan los movimientos sociales contra el extractivismo,
sencillamente porque no están todavía en el Gobierno. Cuando lo estén, si es
que alguna vez lo estuvieran, como alguna vez ocurrió ya con los intelectuales
del Frente Grande y hoy ocurre con los del kamporismo,  estamos convencidos que serían los primeros en
justificar esos procesos y en reprimir las luchas de los pueblos tildándolas de
reaccionarias o de impedir el progreso, tal como ocurrió recientemente en
Bolivia cuando los campesinos lucharon por impedir la construcción de la
carretera que atravesaba el Territorio indígena y Parque Nacional, Tipnis…

Muchos otros referentes de una supuesta
izquierda, se esfuerzan asimismo por recordarnos qué, el kirchnerismo habría
tomado y dado respuesta a muchos de los reclamos populares que se expresaron en
el 2001 y el modo en que, eso les habría valido la confrontación con sectores
de poder como Clarín o la Mesa
de Enlace… No faltan tampoco los supuestos dirigentes campesinos, que, con
retorcida picardía, nos convocan a sumarnos al gobierno para, jugando en líneas
interiores con ellos mismos, modificar la relación de fuerzas y hacer posible
que Cristina pueda deshacerse de Monsanto… Todos parecen prepararse para la
etapa que se da por iniciada en medio del colapso generalizado: el final del
kirchnerismo y un incierto poskirchnerismo de finales abiertos. Ninguno de
ellos intenta comprender de manera seria el modelo de los agronegocios que
sirve los mercados globales y que se sirve de los discursos y de los cuadros de
gran parte de la antigua izquierda, tal como se sirve de cada uno de ellos para
las diversas variables existentes entre la complicidad, las acciones
distractivas, la confusión cultivada y las propuestas de maquillaje y
emprolijamiento. Todos ellos son hijos de Yalta y de la Modernidad… no son
capaces de imaginar una sociedad diferente y alternativa, una sociedad
libertaria en que podamos cultivar la verdad y la felicidad del Pueblo. Salir
del kirchnerismo en ese sentido, no solamente implicará un gigantesco esfuerzo
Decolonizador, implicará también la necesidad de que millones de argentinos asuman
su definitivo mestizaje americano y retornen a la Cultura del trabajo en el
esfuerzo gigantesco y masivo de repoblar el campo. Se trataría de Volver a la Tierra, pero volver con
otro modelo agrícola, en que el enraizamiento de las familias, la
convivencialidad y la producción de alimentos sean lo prioritario. No se pueden
resolver esos desafíos ni siquiera en el plano de los pensamientos y de las
buenas intenciones, en la medida en que pongamos el caballo detrás del carro, y
eso es lo que pasa cuándo, aún con los mejores intenciones, intentamos
modificar el horror económico y social de una Argentina neocolonizada,
anteponiendo los conflictos de alguna de las parcialidades a los intereses
superiores del conjunto.

Jorge Eduardo Rulli

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