El dragado liberaría los barros acumulados del fondo, que hoy están cubiertos con arena. Barros que contienen décadas de vertidos cloacales de la ciudad, cuando no se depuraban, y también de los vertidos químicos del Parque Industrial, que anteriormente se volcaban al río antes de la toma de agua para potabilizar.

Sintetizando dragar el río liberaría miles de toneladas de limos contaminantes que harían no potabilizable el agua de la ciudad y no resolvería ningún problema, por el contrario, los agravaría.

Tal se puede apreciar en la imagen cartográfica, toda la zona del humedal destruido sobre la que se construyó el dique del Barrio Amarras, que frena y rebota las aguas del río sobre la ciudad, permaneció seca durante la última creciente, y el agua que debería haber sido absorbida por el humedal fue proyectada a la zona baja de la misma.

Por otra parte, nos recuerda que el dragado no sirve para evitar inundaciones, y no solo eso: va a agravar los problemas, haciendo que el agua rompa más de lo que ya hace en la actualidad. En la creciente de 1959, el rio se dragaba, y nos inundamos igual.

Lo que se lograría dragando, es aumentar la velocidad del flujo hídrico, que, si ahora corrió a 45 km/h, acrecentaría su velocidad por lo menos a 55 km/h, de tal modo que la erosión costera sería mucho más grave y consiguientemente su impacto sobre bienes y propiedades de los de los damnificados.

El agua sube y expande. Lo que hay que evitar entre es que los valles de inundación no se afecten con endicamientos y rellenos. Volver a tener bosque nativo que disminuya escurrido. No continuar impermeabilizando suelos logrando de ese modo más absorción natural.

Lo que sería correcto es despejar la boca del río y la escollera, en la desembocadura en el río Uruguay. El resto es gasto sin beneficio y peor aún, más daño asegurado, económico y ambiental.