LA TRISTE AGONÍA DEL INTA

Los funcionarios de INTA, aceptando acríticamente los nuevos vientos que soplan en el Instituto, que están desnaturalizando y desactivando las políticas del organismo en el que prestan servicio, acaban de reconocer en Gualeguaychú que en la actualidad se emplean en la agricultura industrial, 440 substancias químicas que son peligrosas o muy peligrosa para los seres humanos.

 

LA TRISTE AGONÍA DEL INTA

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Hace apenas unos meses las nuevas autoridades del INTA enviaron en una circular interna la orden de no llamar más agrotóxicos a los agrotóxicos y denominarlos en adelante fitosanitarios (SIC), lo que constituye un escandaloso alineamiento de lo que otrora fue la más valiosa institución de desarrollo científico e investigación para el sector agropecuario, con las multinacionales que están destruyendo la biodiversidad planetaria para apropiarse de la alimentación global.

El uso de esta denominación, delata la evidente intención de engañarnos, porque es muy grosero, diríamos que rayano en el sarcasmo, que a un producto diseñado para envenenar y matar la vida de las plantas (fito), se lo llame sanitario; porque lo que busca no es sanar las plantas sino envenenarlas, o sea exactamente lo opuesto a lo que indica el significado de las palabras que componen el neologismo fitosanitario.

El debate suscitado por el uso de los agrotóxicos ha sacado el velo que ocultaba la realidad bestial del modo de producir los alimentos que tenemos en la actualidad.

Los funcionarios de INTA, aceptando acríticamente los nuevos vientos que soplan en el Instituto, que están desnaturalizando y desactivando las políticas del organismo en el que prestan servicio, acaban de reconocer en Gualeguaychú que en la actualidad se emplean en la agricultura industrial, 440 substancias químicas que son peligrosas o muy peligrosa para los seres humanos.

SENASA -Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria- es quien las ha autorizado, y al igual que otros organismos de fiscalización y control, está atravesado por los intereses de las compañías químicas que nos venden este modelo; baste recordar que para autorizar el uso del glifosato los «argumentos» que utilizó fueron folletos de propagan de la empresa MONSANTO, hoy BAYER/MONSANTO que ni siquiera habían sido traducidos del inglés.

Como forma de justificarse los técnicos de INTA aceptan estas ‘autorizaciones’ de uso de venenos, las presentan sin cuestionarlas y recomiendan, para curarse en salud como dicen en el campo, y de paso lavar su conciencia, el Buen Uso de estos agrotóxicos, lo que constituye por lo menos una ironía siniestra porque todos sabemos que lo habitual por quienes los administran es contravenir todas las normas, total nadie controla, controló ni controlará su cumplimiento, porque hacerlo  significaría aumento de costos, o sea disminuir ganancias.

Estas Buenas Prácticas es una referencia cínica a listados llenos de recomendaciones que nadie cumple, mucho menos ahora que se están desmantelando los organismos de control del Estado y dejando miles de técnicos, profesionales e investigadores fuera de sus plantillas.

Basta ver los niveles alarmantes de agrotóxicos que aparecen en los análisis de los ríos interiores, el Gualeguaychú por ejemplo, que si se respetaran las buenas practicas, como las llaman, estarían libres de contaminación porque habría que dejar franjas sin fumigar contra los cursos de agua, etc., etc.

Es indignante ver a estos funcionarios que son por su formación, claramente consientes del daño que nos están haciendo estos agrotóxicos, tratando de exculparse y quedarse fuera de la esfera de sus responsabilidades en lugar de hablar claro para alertarnos.

Por último, es patético escucharlos argumentar que hay que cuidar a los pequeños productores, “y tener cuidado de no cortarles las manos con esta medida”, cuando hablan de la prohibición del glifosato, cuando estos mismos funcionarios nada han dicho del desarme que ha hecho el actual gobierno de la Secretaría de Agricultura Familiar, el organismo que custodiaba estos pequeños agricultores que ahora parecen conmoverlos, cuando en realidad lo que hacen es usarlos para justificar el modelo de agricultura industrial.

 

 

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