El «blob», la extraordinaria criatura que nos obliga a cuestionarnos si somos la especie más inteligente
Qué tal si empezamos con un rápido cuestionario.
Estás perdido en una enorme tienda que parece un laberinto y no sabes cómo salir de ella. ¿A quién le pides ayuda?
Pregunta 2. Estás escribiendo un documento de política para asesorar al gobierno de Estados Unidos sobre cómo gobernar sus fronteras nacionales, ¿dónde acudes en busca de consejo?
Pregunta final. Necesitas dibujar un mapa de la red cósmica, ¿cómo lo haces?
Hay, por supuesto, varias respuestas para estas preguntas pero en todos los casos te iría muy bien si consultaras a un organismo que tiene muchos nombres: moho mucilaginoso, moho del fango, moho del limo, moho deslizante, hongo mucoso y moho acuático.
A pesar de lo que la mayoría de sus nombres indican, siendo científicamente precisos, no es en realidad moho… pero al menos una de sus especies sí es extraordinaria.
«El moho es una división del mundo fúngico, pero el moho de limo es en realidad protista (no es animal, planta ni hongo); esencialmente es una célula gigante», precisó el biólogo Merlin Sheldrake, autor de Entangled Life.
El moho de limo es un plasmodium, es decir, una célula que contiene muchos núcleos. Por eso, a diferencia de la mayoría de los organismos unicelulares, no se necesita un microscopio para verlo.
Y esa única célula es capaz de tejer grandes redes exploratorias formadas por tentáculos como venas que pueden extenderse hasta un metro.
La estrella entre todas
Hay alrededor de 900 especies de moho de limo, pero nos vamos a enfocar en el Physarum Polycephalu, también conocido como moho de muchas cabezas o blob (en referencia al film clásico de 1958 The Blob).
¿Por qué los científicos del mundo están tan entusiasmados con esta especie en particular?
«Se ha convertido en un organismo emblemático para la resolución de problemas. Es fácil de cultivar y crece rápido, una de las razones por las que se ha estudiado tan bien», explica Sheldrake.
«Pero, sobre todo, sus comportamientos son extraordiarios».
Puede hacer todo tipo de cosas.
«Explorar, resolver problemas, adaptarse a nuevas situaciones, tomar decisiones entre cursos de acción alternativos, ¡y todo sin cerebro!«.
¿Cómo lo hace?
«Physarum es sensible al gradiente químico, por lo que puede crecer hacia señales químicas, o mantenerse lejos de las poco atractivas».
«Primero, tiende a crecer en todas las direcciones a la vez. Y luego, cuando encuentra comida, se retrae y forma las conexiones entre sus fuentes de alimento».
Es un poco como si estuvieras en el desierto y tuvieras que buscar agua. Tienes que elegir una y solo una dirección para caminar.
El Physarum Polycephalum puede «caminar» en todas las direcciones a la vez hasta encontraralimentos; entonces encoge las ramas que no han encontrado nada y fortalece las que sí lo han hecho, a través de una serie de contracciones químicas.
«Nunca deja de sorprenderme que puedan usar estas contracciones para realizar ese tipo de cálculo analógico, para integrar información sin necesidad de un cerebro. Que su coordinación se lleve a cabo tanto en todas partes a la vez y en ninguna parte en particular».
Asombroso
Todos esto significa que el blob es capaz, términos humanos, de resolver problemas, establecer redes, navegar por sistemas y laberintos con una eficiencia increíble.
Hay un estudio japonés icónico de 2010, cuando Physarum trazó la red ferroviaria del Gran Tokio, y todo lo que necesitó fue una pequeña placa de Petri y un puñado de avena.
«A Physarum le encanta la avena, es su comida favorita«.
«Entonces, modelaron el área del Gran Tokio poniendo copos de avena en los centros urbanos, y luego lo liberaron. En el transcurso de unas pocas horas, había formado una red eficiente que conectaba los copos de avena, y esa red se parecía mucho a la red de metro existente en el área del Gran Tokio».
Había trazado en cuestión de horas una red efectiva que ha tardado décadas en hacerse en la vida real.
El blob en el cosmos
Después del estudio de Tokio, los experimentos con Physarum Polycephalum despegaron por todo el mundo, para diseñar nuevas redes de transporte urbano o para encontrar rutas efectivas de evacuación de incendios, incluso para mapear la red cósmica… lo cual suena raro, pero aquí va.
Un equipo de científicos hizo una simulación digital trazando las ubicaciones de las 37.000 galaxias que conocemos.
Luego, un algoritmo inspirado en el blob, adaptado de la placa de Petri para trabajar en tres dimensiones, fue liberado en ese banquete virtual en el que las galaxias estaban representadas por pilas de copos de avena digital, por así decirlo.
A partir de ahí, el algoritmo produjo un mapa digital en 3D de la red cósmica subyacente, visualizando las hebras de materia en gran parte invisibles que los astrofísicos creen que unen las galaxias del universo.
Lo compararon con datos del Telescopio Espacial Hubble, que detecta rastros de la red cósmica, y descubrieron que todo coincidía en gran medida.
Así que parece haber un extraño parecido entre las dos redes, la red de blob elaborada por la evolución biológica y las de las estructuras del cosmos creadas por la fuerza primordial de la gravedad.
Los blobs eruditos
Volvamos a la cruda realidad de ese pequeño punto azul en el espacio que es nuestro mundo.
Physarum también puede ayudarnos con problemas más allá del mapeo y la creación de redes a cosas humanas más complejas, como la formulación de políticas y la gobernanza.
«En cierto modo, los physarum son economistas, en términos de alcanzar un óptimo universal», dice el filósofo experimental Jonathon Keats.
En 2018, se acercó a Hampshire College en Massachusetts, EE.UU., con una idea.
«Propuse que los blobs fueran nombrados académicos visitantes, con la idea de tener un grupo de estos expertos en el campus para reflexionar sobre algunos de los problemas más desafiantes del mundo».
Fue el primer programa académico del mundo para una especie no humana y se llamó el Consorcio Plasmodium.