Si existe un pueblo que ha sufrido las consecuencias de ‘gases de la muerte’, de los que derivaron los agrotóxicos, es el pueblo judio que junto a otras víctimas del holocausto nazi fueron exterminados en los campos de concentración a través del uso de estas substancias terribles.
Las compañías químicas alemanas que proveían estos venenos al 3er. Reich no solo no expiaron sus culpas por los horrores cometidos sino que los ‘reciclaron‘ impunemente dando origen al modo productivo que hoy denominamos agricultura industrial
Sin embargo la fragil memoria de los pueblos hace que hoy, en que se conmemoran los 75 años de la liberación de Auschwitz el que quizás sea el campo de exterminio más conocido de Hitler, Israel está practicando la misma política y usando similares métodos de los que fue víctima, aplicándolos al pueblo Palestino
La ‘guerra herbicida’ de Israel arrasa cultivos en Gaza
Un investigación constata que las fumigaciones ordenadas por el Ejército afectan al enclave palestino
El perímetro interior de la frontera de la franja de Gaza con Israel se ha convertido en un terreno yermo donde los francotiradores militares pueden hacer blanco con facilidad. El Ejército ha ordenado 30 fumigaciones aéreas con agentes herbicidas en los últimos cinco años, en principio sobre suelo israelí, para mantener despejada de vegetación la divisoria territorial. Una investigación hecha pública este domingo revela, sin embargo, que los cultivos han sufrido “daños incontrolables” en un radio de al menos 300 metros dentro del enclave palestino.
Arquitectura Forense —una agencia multidisciplinar basada en Londres que recurre a técnicas arquitectónicas, legales y de los peritos forenses— reconstruye en el informe La guerra de herbicidas en Gaza la destrucción sufrida en tierras cultivables y cosechas, así como los daños potenciales que se derivan para la salud humana, en la franja costera. Las concentraciones de productos químicos tóxicos superan los niveles permitidos por la Unión Europea, y uno de los pesticidas utilizados contiene glifostato, sospechoso de ser cancerígeno según la Organización Mundial de la Salud.
Tres grupos de defensa de los derechos humanos israelíes y palestinos exigieron en 2015 a las autoridades militares que suspendieran la “peligrosa práctica” de la fumigación aérea de pesticidas. El auditor jurídico del Ejército replicó que los herbicidas solo afectaban a territorio israelí y a la valla y muros de separación de Gaza, con especiales medidas de precaución para minimizar los efectos de los agentes químicos.
La investigación de Arquitectura Forense, que fue anticipada por The Guardian, se ha prolongado durante más de un año para constatar que las fumigaciones, altamente concentradas, se efectuaron bajo un régimen de vientos que empujó los productos químicos hacia la Franja palestina. “Se han causado daños de forma indiscriminada al fumigar con vientos que soplaban hacia el oeste”, destacan los investigadores, “ya que sus consecuencias son difícilmente predecibles”.
Este año, el Ejército israelí no ha aplicado herbicidas en la frontera de Gaza por primera vez desde la guerra de 2014, bautizada por el Estado Mayor como Operación Margen Protector. Israel mantiene con Hamás —que gobierna de facto el enclave desde 2007— una tregua no declarada, tras las multitudinarias marchas de protesta en la frontera que se han saldado desde el 30 de marzo de 2018 con la muerte de más de 300 manifestantes palestinos por disparos de francotiradores militares. Los agricultores han podido mejorar ahora sus cosechas en zonas anteriormente afectadas por pesticidas. Para los investigadores, este hecho pone de relieve la devastación provocada por las fumigaciones israelíes periódicas en primavera y otoño, que han arrasado casi por completo un área de 100 metros contigua a la frontera, y apunta a su repercusión para la salud humana. Los herbicidas han afectado a 1.400 hectáreas de pastos y campos cultivables en los últimos cinco años, según una información publicada por el diario israelí Haaretz.
“Infiltración de terroristas”
El Ejército sostiene que la deforestación fronteriza es imprescindible para impedir “la infiltración de terroristas” en territorio israelí. El movimiento de resistencia islámica Hamás es considerado grupo terrorista por Israel, así como por EE UU y la UE.
En un escrito del Ministerio de Defensa remitido a las ONG que reclamaron la cancelación de las fumigaciones se indica que “la vegetación puede ser utilizada por terroristas para ocultarse o colocar cargas explosivas [para atentar contra las tropas]”. Los responsables castrenses insisten en que los herbicidas fueron arrojados sobre el terreno a muy baja altitud para evitar que se esparcieran más allá de la valla fronteriza. Las empresas aéreas civiles israelíes que esparcen los pesticidas tienen prohibido sobrevolar la franja de Gaza.
El Comité Internacional de la Cruz Roja —que media entre Israel y Hamás para aliviar la situación económica de los gazatíes— ha impulsado programas para recuperar cultivos en el área fronteriza del enclave palestino. El organismo humanitario ha constatado que los daños agropecuarios se han extendido a una banda de hasta 900 metros de anchura desde la línea de separación. También ha recibido informes de plantaciones afectadas por las fumigaciones a más de dos kilómetros de la frontera, así como de balsas de riego contaminadas por productos químicos.
Tras la pista química
Las ONG Centro por la Libertad de Movimientos (Gisha, con sede en Tel Aviv), Centro por los Derechos de la Minoría Árabe (Adalah, basado en Haifa) y Centro de Derechos Humanos Al Mezan, palestino, han organizado en Ramala (Cisjordania) una exposición sobre los resultados del informe de Arquitectura Forense, que las tres organizaciones propalestinas promovieron. Modelos, maquetas y mapas se entrecruzan en una investigación que usa pautas de criminólogos y forenses para seguir la pista de los hechos. Se han utilizado vídeos de las fumigaciones, imágenes tomadas por satélites y datos meteorológicos para detectar, mediante simulaciones informáticas, las zonas afectadas por los herbicidas israelíes. Los agricultores han aportado su testimonio y muestras de plantas y cultivos dañados.