Según un estudio de la UBA, la expansión de la soja reduce el empleo y aumenta el desarraigo
Una investigación de la Facultad de Agronomía, el CONICET y la Fundación Bariloche analizó los cambios que produjo el avance de este cultivo entre los años 2000 y 2010, y de qué manera impactó en regiones de nuestro país
FUENTE: tiempoar
Una nota de Sobre La Tierra, el Área de Divulgación Científica y Tecnológica de la Facultad de Agronomía de la UBA, resaltó las conclusiones de una investigación sobre los impactos de una década de producción de soja sobre el ambiente, el empleo y las migraciones en las regiones Pampeana y Chaqueña de nuestro país.
“Para cumplir con la demanda del mercado internacional, en diferentes países del mundo, como la Argentina, la soja se expandió y trajo diversas consecuencias. Por eso decidimos estudiar de qué manera ese crecimiento impactó en 14 variables sociales, agronómicas y ecológicas entre los años 2000 y 2010. Analizamos 126 municipios tanto de la Región Pampeana —el área con mayor producción agrícola del país— como de la Región Chaqueña, una zona con grandes extensiones de bosques y pastizales naturales”, afirmó Florencia Rositano, docente del Área de Educación Agropecuaria de la FAUBA y autora de la investigación.
“La producción de soja se puede vincular positivamente con el objetivo de Hambre Cero porque se usa como insumo para la producción ganadera, pero ¿cómo afecta a los otros objetivos?”, se preguntó Rositano y las respuestas que encontró fueron reveladoras.
Según su estudio, publicado en la revista científica Anthropocene, el avance del cultivo tuvo efectos distintos en las variables de cada zona. “En la Región Chaqueña se redujo la superficie de bosques y pastizales, y la provisión de servicios ecosistémicos. Como sus suelos son frágiles y no soportan muchos años de soja, la pérdida de bosques y de pastizales no ocurrió directamente para realizar el cultivo, sino indirectamente para recibir al ganado desplazado de otras zonas”.
En la Región Pampeana, en tanto, el avance de la soja atentó contra la ganadería y la diversidad de cultivos. “Por otro lado –detalló–, se redujo el empleo, la población económicamente activa y la densidad de hogares, y aumentaron las migraciones. Como el cultivo de soja no requiere tanta mano de obra, muchas personas perdieron sus trabajos, dejaron sus casas y migraron hacia la periferia de las grandes ciudades para buscar más oportunidades. En general, son los jóvenes quienes se van, y en los pueblos queda menos gente o la población envejece”.
Además, observó que el analfabetismo y los hogares con necesidades básicas insatisfechas se redujeron muy poco. “Esto se dio en ambas zonas a pesar de que en esa década se fomentaron políticas públicas vinculadas a mejorar la calidad de vida de las personas y la alfabetización”.
Soja, desforestación y cambio climático
Rositano, quien también es investigadora del CONICET, destacó que el comercio internacional de soja tuvo muchas consecuencias en las regiones analizadas. “La expansión del cultivo compromete diferentes ODS (en referencia a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por ejemplo, el ODS que señala la importancia de mantener la identidad cultural al promover las migraciones. También afecta de forma negativa el ODS de cambio climático, debido a que trae aparejada la deforestación y su consecuente imposibilidad de capturar carbono por parte de los bosques, y el ODS de sistemas agrícolas sostenibles ya que el monocultivo de soja no es compatible con esa categoría”.
Por último, insistió en que es fundamental responder con políticas públicas que tengan en cuenta múltiples aspectos de la realidad. “En general, se piensa en las consecuencias ambientales de la expansión de la soja, pero las medidas que se tomen también tienen que contemplar el empleo y el desarraigo de las personas”.