Las dos caras de la política ambiental de UPM
La multinacional obtuvo un préstamo a condición de preservar la biodiversidad de sus plantaciones en Finlandia, donde sólo admiten especies nativas, mientras en Uruguay hace lo contrario
PUBLICADO EN Ssudestada.com.uy, `pr Víctor L. Bacchetta
Con la afirmación de que está “mostrando el camino a nivel global” (sic),
la empresa finlandesa UPM anunció la última semana la firma, con un
conglomerado de bancos internacionales, de una línea de crédito
renovable de 750 millones de euros, condicionada al cumplimiento de
objetivos de largo plazo relacionados con la preservación de la
biodiversidad y la reducción de las emisiones de gases que provocan el
cambio climático.
La línea de crédito renovable está vinculada a dos indicadores clave de
desempeño. Uno es el impacto neto positivo en la biodiversidad de las
plantaciones forestales de la empresa. El otro es la reducción para el
año 2030 del 65% de las emisiones de dióxido de carbono de los
combustibles y la electricidad utilizados por UPM con respecto al nivel
de esas emisiones en 2015, señala la multinacional en un comunicado
oficial.
Da la impresión de ser una loable actitud, pero al ir a ver el
compromiso de producir un impacto positivo en la biodiversidad, resulta
que este sólo se refiere a las plantaciones forestales de UPM en
Finlanda. ¿Por qué en este compromiso tan importante de la empresa
finlandesa no figuran sus plantaciones en Uruguay, el país en donde UPM
estaría haciendo en este momento la mayor inversión de su historia?
Veamos algunas cifras para entender la magnitud del problema. Tres
cuartas partes de la superficie terrestre de Finlandia, alrededor de 23
millones de hectáreas, están cubiertas por árboles. De ese total, 20
millones de hectáreas son tierras forestales, de las cuales UPM posee
cerca de 500 mil hectáreas, según sus propios datos. Es decir que UPM
tiene en Finlandia un 2,5% de los bosques y plantaciones.
En Uruguay, con un ecosistema de pastizal o pradera natural, 16 millones
de hectáreas son aptos para agricultura y ganadería. De ese total 2,5
millones de hectáreas están cubiertos de árboles si se suma el monte
nativo y las plantaciones de las empresas forestales. UPM maneja
actualmente en este país unas 400 mil hectáreas, según su informe anual
de 2019, o sea 16% del total de bosques y plantaciones.
Visiblemente, la gravitación de UPM en las zonas forestadas de Uruguay
es mucho mayor que en Finlandia y si vemos la concepción de las
plantaciones la diferencia es abismal. En Finlandia, UPM cultiva 100% de
especies nativas en sus tierras, pero en Uruguay hace exactamente lo
opuesto, sus plantaciones son exclusivamente de eucaliptos, una especie
exótica o extraña al ecosistema original.
Ni siquiera en Finlandia esa es una decisión de la empresa, sino que es
una política del país que, por tradición y un sistema particular de
propiedad de la tierra, no permite la plantación de especies exóticas.
Entonces, el anuncio de UPM y los bancos de que acordaron ese préstamo a
cambio de un compromiso en defensa de la biodiversidad en Finlandia es
el disfraz ecologista de una mera operación financiera.
UPM se presenta en Uruguay también como defensora de la biodiversidad, utilizando las certificaciones forestales como garantía de buen desempeño ambiental. Toda la industria forestal internacional utiliza las certificaciones del Forest Stewardship Council
(FSC, Consejo de Administración Forestal) y entidades similares con ese fin, pero el sistema está siendo cada vez más cuestionado por sus inconsistencias.
El negocio de las certificaciones
El sistema de certificaciones forestales es un ejemplo de una idea que
se desvirtúa y se convierte en lo contrario de lo que propuso. Tras la
Cumbre de la Tierra, en 1994, un grupo de empresas, ambientalistas y
líderes comunitarios se unieron en el FSC para “crear un
concepto revolucionario: un enfoque voluntario, basado en el mercado,
que mejoraría las prácticas forestales en todo el mundo”, según sus palabras.
El objetivo del FSC era promover “un manejo ambiental responsable, socialmente beneficioso y económicamente viable de los bosques”,
mediante la aplicación de un conjunto de principios y criterios
reconocidos y respetados. La falla ya estuvo en la pretensión
contradictoria de cumplir ese fin por medio de un “enfoque voluntario, basado en el mercado”, porque lo que se impuso fue la lógica del mercado.
En su última edición, la Ethical Corporation Magazine, de Londres, se ocupó de las certificaciones del FSC. El entrevistado Simon Counsell, ex director de la Rainforest Foundation
y participante en el inicio del FSC, explicó que la idea con la certificación era dar una ventaja a la silvicultura comunitaria sostenible, pero que resultó ser caro y tampoco se logró un mayor valor de mercado para sus productos FSC.