¿Qué hubiera pasado si hubiésemos organizado y logrado un boicot internacional a los productos finlandeses, por ejemplo los de la marca Nokia? seguramente los resultados de nuestra lucha hubieran sido más efectivos, porque estos intereses hablan el lenguaje del dinero y de las ganancias y no el de los ideales ambientales.
EL PODER DE LOS CONSUMIDORES
Fundavida
Uno de los pilares del desarrollo industrial está en lograr los productos finales con los menores costos posibles para de este modo alcanzar un rango de precios que los pongan al alcance de un elevado número de consumidores.
Pero demasiadas veces estos bajos costos se logran arrojando al ambiente, fuera de los perímetros productivos, substancias y elementos que contaminan y envenenan el aire, los suelos y los acuíferos.
Si se les exigiese a las industrias reparar estos daños, estas tendrían que hacer frente a costos que encarecerían sus productos poniendo en riesgo sus posiciones en los mercados.
Hasta el presente las luchas de los ciudadanos que enfrentan estos flagelos han sido infructuosas porque no existe una legislación al respecto que la justicia haga cumplir y porque la amenaza de la perdidas de fuentes de trabajo que es el caballito de batalla de los contaminadores surte efecto inmediato en las autoridades de turno que no quieren verse frente a este problema.
Pero quienes sostenemos desde la base estas situaciones somos nosotros, los consumidores, porque si nos uniésemos y boicoteásemos productos cuya fabricación ocasiona graves daños a la sociedad al punto de que quienes los fabrican dejasen de encontrar compradores, los empresarios inmediatamente remediarían estas situaciones para permanecer en el mercado.
Y no hay que trasladarse a los países ricos para ver el éxito de las organizaciones para la defensa de los consumidores, basta con cruzar la frontera e ir a cualquier supermercado de Brasil para ver que en sus góndolas, el aceite de consumo domestico más vendido es aquel que proclama en su etiqueta “elaborado sin utilizar transgénicos”. No en vano Marina Silva, la ex ministra de medio ambiente de Lula, expulsada por éste de su cargo por oponerse al modelo desarrollista industrial adoptado por él, en desmedro del ambiente, ha logrado captar el 20% del electorado de ese país con sus posturas irreductibles en defensa de la naturaleza.
Nosotros mismos, que con tanta determinación hemos enfrentado a BOTNIA aunque sin embargo a la hora de comprar invariablemente tomamos de las góndolas de los supermercados los blancos rollos de papeles domésticos para cuya elaboración se usa la pasta de celulosa blanqueada en Fray Bentos a costa de la utilización de miles de toneladas de dióxido de cloro y otra substancias que envenenan nuestro entorno.
¿Qué hubiera pasado si hubiésemos organizado y logrado un boicot internacional a los productos finlandeses, por ejemplo los de la marca Nokia? seguramente los resultados de nuestra lucha hubieran sido más efectivos, porque estos intereses hablan el lenguaje del dinero y de las ganancias y no el de los ideales ambientales.
Incluso en el más emblemático de los países industriales, EEUU, un descendiente de inmigrantes libaneses, Ralph Nader, puso en jaque a la mismísima General Motors con sus reclamos organizados a través de luchas ciudadanas.
No tenemos ninguna duda que el poder de los consumidores organizados, enfrentando a estas multinacionales implacables a la hora de obtener sus beneficios caiga quien caiga y cueste lo que cueste, tendría un efecto contundente para obligarlos a rever sus estrategias industriales.
Quizás ha llegado la hora de que nos unamos desde abajo y sumemos cada uno su capacidad de compra, o no-compra, para plantarnos entre todos frente a estas industrias que están destruyendo el planeta.