Un escrito de Miguel Teubal

(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CASH DE PÁGINA 12)
Domingo, 24 de octubre de 2010

VALOR DE USO Y VALOR DE CAMBIO DE LAS ACTIVIDADES
Otro modelo

Una de las características del sistema capitalista es que tiende a valorar todo en términos monetarios, como valores de cambio. La idea de una sociedad alternativa aspira a que esto no sea así.

Por Miguel Teubal *

Si algo distingue a la economía política de otras disciplinas es que trata fundamentalmente sobre el problema del valor en la sociedad. Por ejemplo en la producción. Esta se puede abordar de distintos aspectos “técnicos” o “ingenieriles”: cómo está organizada, la tecnología utilizada, la naturaleza de lo que se produce. Pero también se puede considerar su valoración social. Al igual que otros tópicos de la economía –salarios, la distribución de los ingresos, ganancias, rentas– son temas que se suelen expresar en términos monetarios. Cuando esto ocurre se considera el valor de cambio, de mercado, o la rentabilidad que tienen o generan diferentes actividades o bienes que se intercambian en la sociedad. Pero éstos no son los únicos valores que se pueden dilucidar: también están los valores de uso de diferentes actividades o bienes, y que pueden ser individuales o sociales. Consideremos el valor de la alimentación, la salud, la educación, el agua, el medio ambiente. Son “objetos” que tienen un gran valor intrínseco, esencial para la vida de las personas y la comunidad en su conjunto, independientemente del valor de cambio que pudieran poseer o generar. De allí que muchas veces sean considerados derechos humanos o sociales inherentes al bien común.

Teniendo presente lo anterior, se considera el valor de distintas actividades productivas y de servicios en nuestra sociedad. Por caso, las industrias extractivas –minería a cielo abierto, petrolífera, soja, papeleras– que han vuelto a estar sobre el tapete en años recientes. Todas son altamente rentables, generan grandes rentas diferenciales a escala mundial o superganancias apropiadas en gran medida por empresas transnacionales que dominan sectores clave de los complejos agroexportadores involucrados. Sin embargo, no se caracterizan necesariamente por generar una producción útil que contribuya a satisfacer las necesidades esenciales de la población. La minería a cielo abierto dinamita montañas enteras, usa agua a raudales en zonas semiáridas del país en donde escasea y luego la contamina. Por eso “el agua vale más que el oro”. La soja no es un alimento esencial para la vida, sino para los cerdos, pollos y vacunos de los países a los que la exportamos. El petróleo ha demostrado ser altamente perjudicial por la contaminación que genera y su contribución al recalentamiento mundial.

Son industrias que no sólo no producen bienes esenciales para la vida sino que además generan grandes deseconomías externas. El “efecto derrame” de éstas industrias no son “bienes”, sino “males” para vastos sectores de la sociedad que sufren sus consecuencias: contaminación, enfermedades, deforestacion, inundaciones, perdida de la biodiversidad, deterioro del suelo, del medio ambiente, del aire, de la flora y fauna.

Como contrapartida, otras actividades sí producen grandes valores de uso del entorno y propenden al bienestar general de la población, aunque no son necesariamente rentables, no generan importantes valores de cambio. Por ejemplo, los ferrocarriles, entre otras muchas actividades de gran importancia social. No obstante, en la medida en que se insistió en que en parte fuesen privatizadas y transformadas en “negocios rentables” tienden a ser excluyentes y orientados sólo a sectores restringidos de la sociedad (generalmente de altos ingresos). Es por ello que durante el neoliberalismo fue privatizada parte de la educación y la salud, y se piensa en el tren bala el cuál sería accesible únicamente a segmentos de altos ingresos.

En el medio están otras industrias y actividades agropecuarias, por ejemplo la industria textil, que se orienta al mercado interno y es generadora de empleo; la industria alimentaria tradicional, acosada cada vez más por las transnacionales, y la agricultura familiar, productora de alimentos, y que opera al margen de grandes sojeros y pools de siembra orientados a las exportaciones. Todas estas actividades producen valores de uso, generan empleo en forma sustancial y, por ende, propenden mucho más que las extractivas al bien común. Una de las características esenciales del sistema capitalista es que en él se tiende a valorar todo en términos monetarios, como valores de cambio. La sociedad alternativa del futuro al que muchos aspiramos trata de que esto no sea así.

* Economista, profesor de la UBA, investigador superior del Conicet.

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