TE JUEGO AL CINICO, YO VOY CON AAPRESID: «…Los campos argentinos fueron perdiendo su salud y esplendor originales”

Lo que me sale es: ¡¡¡ pero que manera de hacerse los boludos !!!!, pero no lo voy a decir porque es una mala palabra y mis compañeros de FUNDAVIDA despues se enojan y me retan, pero vean sinó:

La agricultura industrial esta basada en prácticas que utilizan masivamente substancias químicas que degradan y envenenan los suelos y acuíferos, además de a las desprevenidas víctimas que consumen los alimentos (SIC) asi producidos. Nuestros ancestros andinos cutivaban la tierra, sin romper su estructura, haciendo un pequeño hoyo en el que positaban las semillas, cubriendolos con tierra luego y ocupandose en proveerles agua y librarlos manualmente con el auxilio de herramientas básicas, de otras plantas que surgian naturalmente en los suelos cultivados y competían con los sembradios. Posterioremente comenzaron a utilizar herramientas más complejas, arados que roturan la tierra y la remueven para dejar más disponibles a las plantas los nutrientes del suelo y de paso eliminiban mecánicamente las plantas que no deseaban y que competían con el cultivo.

Hasta que finalmente apareció la agricultura industrial, cuando las grandes compañías químicas que producían venenos para la guerra, dejaron de encontrar ese destino por convenios internacionales y por la desaparición de clientes, como los fueron los terroríficos campos de exterminio nazi, luego de la 2º guerra, en el siglo pasado. Y entonces Bayer, Basff, Hoescht y varias mas se pregunaron: ¿a quien envenenamos ahora? y vieron que con sus substancias, con las que antes mataban humanos, podían matar los bichitos del campo y posteriormente, las plantitas que competían los cultivo, a las que ellos llamaban astutamente: ‘malezas'(SIC).

Y ahi apareció la ‘siembra directa’ el cuento fue que era mejor matar los bichitos y las ‘malezas’ con químicos, porque de ese modo no se rompía la estructura del suelo con las aradas, `práctica que los degradaba.

Síntesis: como para muestra basta un boton, les sugerimos informarse quien financia Aapresid, y van a ver que la lista comienza con BAYER/MONSANTO, BASFF, y siguen las firmas, a buen entendedor, sobran palabras.

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En una nota publicada en Bichos de Campo, los cultores de la agricultura industrial, en base a tóxicos y venenos, se alarman de que las praderas argentinas van perdiendo gravemente su fertilidad, pero con un cinismo que los condena nada dicen de la reponsabilidad de la utilización de substancias químicas, tóxicas y venenosas, según ellos la culpa de este crimen contra la vida y la naturaleza la tienen los arados. una forma de ejercicio del cinismo realmente indignante, vean sino, aqui la nota que referimos:

En el día de la conservación del suelo, Aapresid advirtió que los campos argentinos “fueron perdiendo su salud y esplendor originales”

Los 7 de julio se conmemora el “Día Internacional de la Conservación del Suelo”, en reconocimiento al doctor Hugh Hammond Bennett, un estadounidense que fue pionero e impulsor de prácticas conservacionistas incluso en Argentina.

Según un comunicado de Aapresid (la asociación argentina de productores en siembra directa), por aquí no parece haber mucho motivo para celebrar.

O mejor dicho, los argentinos debemos celebrar que hemos nacido en un lugar que se destaca por “la calidad de suelos, estando entre los más ricos del mundo”, según señaló Rodolfo Gil, el director académico del Sistema Chacras de Aapresid. Pero también deberíamos estar atentos, porque “a lo largo del tiempo, estos fueron perdiendo su salud y esplendor originales”, completó.

“En Argentina, prácticas como el cambio de uso del suelo, el fuego, sobrepastoreo, los monocultivos y la labranza se han llevado hasta un 40% de su capacidad productiva en provincias como Santa Fe. A la par, organismos oficiales como Fertilizar, vienen alertando sobre la pérdida sistemática de materia orgánica y nutrientes clave en la región Pampeana como fósforo y azufre. En lo que respecta a la MO, la Región Pampeana ha llegado a perder hasta el 50% en los últimos 100 años”, aseguró Gil.

Esta situación es visible y Aapresid trata de remediarla sumando a la siembra directa nuevos paradigmas como la cobertura permanente.

En ese sentido, el especialista explicó qué se entiende por un suelo sano. “Es aquel que tiene una estructura que le permite sustentar la actividad biológica y la vida vegetal, maximizar su potencial de desarrollo y crecimiento tanto aéreo como radicular”. Esto viene fuertemente asociado al contenido de materia orgánica (MO) y una porosidad que permita un buen flujo de agua y capacidad de almacenaje, así como transferencia de aire y calor.

Marcelo Arriola, productor y Director del Sistema Chacras Aapresid, añadió que no se puede hablar de “salud del suelo” sin pensar en la vida que lo habita. Explicó que “no hay en el suelo procesos físicos -salvo variables como la textura-, ni químicos que no dependan de procesos biológicos. Si bien la Química y la Física no pueden faltar, gran parte de los procesos que reciclan, fijan y ponen a disposición nutrientes clave como el Nitrógeno dependen de lo biológico”, amplió.

La actividad biológica del suelo está condicionada por el agua, pero más aún por lo que le damos de comer. Por eso, “el primer paso hacia suelos sanos, son los suelos bien comidos”, indicó. Y apuntó que esto se logra aportando alimentos en cantidad y calidad, es decir, con una dieta balanceada que equilibre el aporte de carbono pero también de nutrientes como el nitrógeno. “La diversidad de cultivos es fundamental: una dieta a base de gramíneas será deficiente en N y frenará la actividad del suelo”.

Arriola añadió que el segundo paso para los suelos sanos es la “no remoción”. Si queremos construir salud de suelo, no podemos usar la destrucción. “Una labranza, así sea cada 5 años, significa perder más de 20 años de lo construido gracias a la actividad biológica. La labranza genera una oxidación y pérdida de la MO. Por otro lado, si bien no mata a los microorganismos, destruye el equilibrio y estructuras cuya reconstrucción tiene altísimos costos energéticos. Esto significa ineficiencia, porque es energía que no estoy usando para fijar carbono y producir.

Por último, un suelo sano necesita de raíces vivas. “Si tenemos en cuenta que el 80% de los hongos viven asociados a las raíces: ¿por qué matarlas? Pero cuando hablamos de raíces vivas, tenemos que pensar en los 365 días del año. Esto abre todo un capítulo en lo que entendemos por diversificación e intensificación de las rotaciones. Tenemos que empezar a pensar en distintos cultivos sincronizados, conviviendo en el lote”.

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