QUE NO NOS ROBEN LA FERTILIDAD

¿A QUIEN PERTENECE LA FERTILIDAD DE NUESTROS SUELOS?
                                                                                                                   
El Congreso de CRA que se realiza por estos días en Gualeguaychú es una oportunidad única para dar continuidad a un debate postergado pero trascendente para nuestro presente y nuestro futuro.
La pregunta del título en realidad ya tiene respuesta y está dada por el Código Civil de la República Argentina que en su artículo 2342, del que a continuación transcribimos el inciso pertinente, establece con precisión incuestionable que la fertilidad pertenece al Estado Nacional y no a quienes, particulares y/o sociedades, poseen los títulos de propiedad sobre la superficie:
“ARTICULO 2342.- Son bienes privados del Estado general o de los Estados particulares
2. Las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas y sustancias fósiles, no obstante el dominio de las corporaciones o particulares sobre la superficie de la tierra”….
Para completar la idea consultamos el diccionario de la Real Academia Española de la lengua que define que es una substancia fósil: FÓSIL- Se dice de la sustancia de origen orgánico más o menos petrificada, que por causas naturales se encuentra en las capas terrestres.
Concluyendo entonces, dado que la capa fértil del suelo es un fósil por excelencia compuesto por la descomposición secular de la materia orgánica que en ella se ha desarrollado, que la fertilidad es sin ningún lugar a dudas un bien público que pertenece a toda la sociedad y no al propietario del suelo donde se encuentra.
CULTIVAR SIN BARBECHOS NI REPOSICIÓN DE FÓSILES
En el pasado este debate era innecesario, porque la forma de cultivar los suelos garantizaba la recomposición de la fertilidad, con rotaciones de cultivos, barbechos e intervalos prudentes en su uso, lo que hoy llamaríamos una forma sustentable de aprovechar sus bondades.
Pero el escenario cambió dramáticamente después de las dos guerras mundiales que asolaron el siglo XX: grandes compañías químicas, entre ellas Bayer, Hoesch, Basf, Dow Chemical  desarrollaron venenos temibles para ser usados en el exterminio de seres humanos.
La crueldad de estos métodos de combate era tan extrema, que aún en la guerra, donde finalmente todo vale, fueron prohibidos de uso por acuerdos internacionales.
Pero las compañías químicas no olvidaron las patentes de estos letales desarrollos sino que viendo la cualidad mortífera que poseían imaginaron su uso en otra clase de exterminios, el de los insectos, animales y plantas que interactúan con los cultivos, a los que a partir de entonces denominaron genéricamente “malezas” y “plagas”.
Aunque algunos de ellos también los siguieron utilizando en la guerra como es el caso del “agente naranja” que aniquilaba la selva vietnamita en los sesenta, que aún hoy, medio siglo después, se hace sentir en enfermedades temibles como el cáncer que siguen afectando los habitantes de esas tierras además de suelos devastados y envenenados que todavía continúan inaptos para ninguna clase de animales y plantas.   Este temible producto finalmente dio lugar al Glifosato que se usa como herbicida hoy en nuestros campos.
Al principio nos fue presentado como un elemento completamente inocuo que, según Bayer, se lixiviaba en su primer contacto con el agua.
Luego investigadores argentinos liderados por el DR. Andrés Carrasco, demostraron su permanencia en el ambiente y su toxicidad, a pesar de lo cual se siguieron utilizando en nuestro país, mientras que en otras latitudes eran prohibidos.
LA SIEMBRA DIRECTA
Pero en lo económico también esta forma de cultivar la tierra, genéricamente llamada como “siembra directa”, tiene consecuencias catastróficas en los suelos al habilitar la siembra a repetición de cultivos, sin respetar barbechos, tal lo ha expresado con gran claridad el ex presidente del INTI, Ing.. Enrique Martínez, quien en oportunidad de los Debates del Bicentenario publicó un trabajo esclarecedor sobre las consecuencias de esta forma de obtener alimentos que irremediablemente nos llevará a la perdida de la fertilidad (patrimonio público) a manos de la obtención de ganancias a cualquier costo por parte de las multinacionales que nos impusieron lesta forma de agricultura y las minorías que localmente se han asociado a este modelo atroz que esta aniquilando la Pampa Húmeda.
Solo consignaremos unos párrafos de este revelador documento que se puede consultar completo en nuestra página web.
“Trabajos del INTA, muestran que se devuelve al suelo apenas el 42% del nitrógeno extraído, el 60% del fósforo y apenas el 6% del potasio, lo cual permite sin demasiadas dudas pronosticar que se perderá productividad. En algunos campos en que se hizo agricultura permanente durante 12 años, se verificó una pérdida de materia orgánica del 25%.
Si no fueran graves estos números, se debe agregar alguna referencia a la soja. Más del 60% del nitrógeno total extraído está en el grano de soja
La irrupción de tecnologías que permiten sembrar y cosechar muy grandes superficies en poco tiempo, junto con la disponibilidad infinita de capital financiero para operaciones de corto plazo, han casi eliminado la posibilidad de tierras ociosas. Pero han maximizado la posibilidad de que sean mal utilizadas, buscando una renta rápida y dejando un desierto o una laguna para nuestros hijos”.
CONCLUSIÓN
Literalmente se está empleando una forma de explotación del suelo que en la práctica significa un tipo especial de minería en el que se extraen minerales y fósiles (patrimonio público) sin reposición, de forma tal que es está esquilmando un recurso común sin el consentimiento de la sociedad y sin tomar en cuenta las necesidades de las generaciones que nos sucedan.

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