Un equipo de científicos del Instituto Tecnológico de Masachussetts (M.I.T.) ha diseñado una ingeniosa planta de energía nuclear a prueba de terremotos y tsunamis. Con un aspecto similar a las típicas plataformas petroleras, y me atrevo a decir que quizás también con muchos de sus riesgos de fuga, el invento se ha concebido igualmente para minimizar la posibilidad de sobrecalentamiento y las consecuencias terrestres de una posible crisis.Lo de la crisis, obviamente, no deja de ser un eufemismo con el que se alude a los devastadores desastres ambientales que provocaría la fuga radioactiva en pleno océano. Lo que ya no sabemos, y mejor no comprobarlo, es si en alta mar los derrames del petróleo serían más o menos peligrosos y difíciles de controlar que la radiactividad, pero no cuesta mucho imaginar que ésta iba a hacerles algo más que cosquillas a los peces, con lo que ello supondría también para la cadena alimenticia.

No más Chernobyls ni Fukushimas

Pero vayamos con los puntos fuertes de este ingenio salido del MIT. Aunque su viabilidad todavía es algo incierto, pues resta responder a asuntos técnicos con nuevos estudios, ya se han concretado aspectos relativos a su funcionamiento, como su aprovechamiento del agua marina para enfriar los reactores o la posibilidad de remolcar la estructura a una instalación en tierra en caso de necesitarse por cualquier causa o tras un cierre definitivo.

Centrales nucleares flotantes a prueba de terrremotos y tsunamis (vídeo)
Por lo demás, su funcionamiento sería similar al de las centrales nucleares convencionales y el tamaño podría variar en función de las necesidades, desde los 50 a los 1.000 megavatios o mayores, enviando la energía generada a tierra a través de una transmisión eléctrica submarina.

Después de las tragedias de Chernobyl y de Fukushima, la prioridad es evitar fallos en la refrigeración de los reactores convencionales, lo que supone las fugas de radiación. El nuevo concepto diseñado por el MIT pretende conjurar este peligro minimizando los daños en caso de terremoto, ni siquiera por las olas, pues en el océano no son tan grandes ni, por lo tanto, catastróficas. Según Jacopo Buongiorno, profesor del MIT, el sobrecalentamiento y posibles colapsos como los sufridos en aquellos accidentes dramáticos serían prácticamente imposibles.

Puesto que la propia agua del mar serviría de refrigerante, en teoría sería más difícil que ocurriera un accidente de este tipo. Sus creadores tienen esperanza en que su diseño resulte útil en Asia, donde los altos riesgos de tsunamis exigen infraestructuras más resistentes. Aún así, desde un enfoque verde siempre sería más interesante profundizar en opciones ecológicas para convertirlas en alternativas reales que permitan decir adiós a las nucleares. Sólo una idea: ¿Ya que estamos en el océano, qué tal si aprovecháramos la energía maremotriz?