LA HISTORIA NO SE REPITE

LA HISTORIA NO SE REPITE

FUNDAVIDA

             Y si lo hace primero es como tragedia y luego como farsa.

Corría 1869, Europa había dejado de ser un territorio agrícola pastoril y por fuerza de la Revolución Industrial sus aldeas se habían transformado en ciudades humeantes donde las fábricas empleaban millones de ex campesinos, ahora obreros industriales.

La prioridad era conseguir alimentos baratos para que esta masa humana no terminara llevándose las ganancias de los procesos fabriles por el encarecimiento de los alimentos que ya no se producían en sus praderas, ahora llenas de ovejas prontas a proveer de lana a la pujante industria textil.

La enorme llanura pampeana, que al sur del Salado era gobernada por los Tehuelches, los Mapuches y los Ranqueles se convertía, por fuerza de la historia, en territorio apto para proveer esta enorme demanda de alimentos.

La clase social que gobernaba la Argentina de entonces encomendó a dos de sus mas encumbrados miembros, Julio Argentino Roca y Conrado Villegas que desalojaran a los pueblos originarios habitantes ancestrales de la región, en una cruzada a la que pomposamente llamaron la Conquista de Desierto, dejando claro que para ellos las naciones indígenas que poblaban este enorme territorio no alcanzaban el status de seres humanos.

Luego del desalojo y el exterminio, se repartieron las tierras usurpadas entre sus familias, evidenciando que el objeto de su acción era adueñarse de estas tierras para aprovechar los nuevos vientos que soplaban en la economía mundial.

Y no fueron tímidos en esta repartija, el presidente de la Sociedad Rural de entonces, José María Martínez de Hoz se hizo de nada menos que dos millones quinientas mil hectáreas, al igual que familias del mismo grupo social como los Pereyra Iraola, los  Anchorena, los Unzué y otras, que se repartieron varios millones mas.

Aunque también, astutamente, le dieron porciones menores de la torta a quinientos diez y siete oficiales del Ejército que habían participado de la campaña, y recibieron tierras como pago de servicios y resguardo de intereses de los principales beneficiarios que los hacían cómplices del apoderamiento, conformando una sociedad entre terratenientes y militares que gobernó nuestro país, hasta que sumergieron la sociedad en el holocausto, que en 1976, tomó por asalto el poder, inaugurando una era de terror instalada para preservar sus privilegios, era en la que los designios de la economía los determinaba un nieto de aquel Martínez de Hoz, llamado Alfredo.

Más de un siglo después, una circunstancia de la economía internacional crea un escenario parecido: China e India se incorporan a la economía global y sus más de dos mil quinientos millones de habitantes aparecen demandando alimentos al resto del mundo aumentando en pocos años los precios de los commodities alimentarios hasta niveles desconocidos.

Y nuevamente, por razones equivalentes, algunos comienzan a mirar donde hay tierras para ponerlas a producir alimentos para aprovechar esta nueva bonanza internacional.

Primero desalojaron de la Pampa Húmeda el ganado que pastoreaba en las tierras con alguna aptitud agrícola, llevándose puesto de paso los montes naturales.   En nuestra provincia fue más de un millón quinientas mil hectáreas, sobre un total de casi ocho millones, las que sufrieron este proceso.

Pero ahora, reeditando aquellas ambiciones sin escrúpulos que asolaron nuestra historia han detenido su mirada en un tesoro natural que la providencia ha puesto en nuestras manos para custodia y no para destrucción: los humedales del sur de la provincia.   Un territorio que pertenece a todos los entrerrianos y que engloba un tesoro de un millón doscientas mil hectáreas de tierras fiscales.

Como no las pueden escriturar a su nombre, por razones obvias, planean nada menos que “prestárselas” a si mismos y sus descendientes por las próximas cuatro generaciones, es decir por noventa y nueva años y de paso, tomar de la misma caja de los fondos del Estado, o sea nuestra caja, créditos por cincuenta millones de dólares, para comprar máquinas, semillas y agrotóxicos y también hacer terraplenes y puertos para sacar lo que pretenden producir en esta inmensa reserva natural que sí tiene dueño y que ese dueño somos todos.

Decíamos al principio que la historia no se repite y que en todo caso si lo hace es como tragedia o como farsa, y este es exactamente ese caso, porque la pretensión que tiene los pícaros que han imaginado esta increíble patraña ya no tiene el escenario que tuvieron quienes arrebataron las tierras a los pueblos originarios.

Frente a ellos, hoy, estamos nosotros, una sociedad informada y alerta que no permitiremos que estos groseros planes de apoderamiento para su destrucción de nuestros tesoros naturales sean concretados.

www.fundavida.org.ar

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un comentario

  1. Muy buen artículo, ojalá que todos los entrerrianos se pongan las pilas con este tema y no permitan este atropello.

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