EL TRIUNFO DE LOS MENTIROSOS

Desde los inicios de la historia registrada la humanidad ha venido reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones que las personas toman; en el fondo de los tiempos Esopo, sujeto histórico de improbable existencia, sirvió como pretexto para ejemplificar estas situaciones a través de fábulas aleccionadoras.

EL TRIUNFO DE LOS MENTIROSOS

Desde entonces los educadores probos han machacado en la mente de sus educandos que las buenas decisiones pagan y las malas opciones irremediablemente traen consecuencias negativas para quienes las toman. Que la verdad siempre triunfa y que las mentiras tienen patas cortas.
Ilusiones vanas: la realidad es muy prolífica en ejemplificar situaciones en que triunfa la mentira y los perversos cosechan las mieses, el caso de los agrotóxicos es un claro ejemplo de esta desencantada observación.
Hace por lo menos una década una investigadora de nuestra ciudad (UNER), Liliana Lound, encontró que una substancia sintética cuyo uso se estaba difundiendo masivamente en nuestra agricultura, no desaparecía una vez usada como afirmaban sus promotores sino que por el contrario permanecía magnificada en las semillas de los cultivos en los que era utilizada.
Una alarma se encendía entonces porque era imposible que la empresa que introducía el elemento, glifosato, así se conoció su nombre genérico entre nosotros, no supiese que esto ocurría, aunque ella, (Monsanto), afirmaba que lo que sucedía era exactamente lo contrario.
El uso de este elemento, que luego se probó científicamente es cancerígeno y actúa como disruptor endócrino, se generalizó masivamente en los suelos entrerrianos, provocando que una de cada cuatro hectáreas de la provincia fueran rociadas directamente con él, pasando luego a los acuíferos subterráneos e incorporándose por los perversos métodos de aplicación en los cursos de agua superficiales.
Desde entonces se han volcado sobre nosotros más de doscientos millones de litros de este temible concentrado, de tal modo que hoy se puede presumir con fundamentos ciertos que todos nosotros portamos la nefasta substancia en nuestro cuerpo ya sea por contacto o por ingestión de los alimentos que la han recibido.
Incluso, mucho después de haber sido instalada su aplicación sobre nuestros campos una parte importante de nuestra comunidad científica ignoraba o directamente negaba lo que estaba ocurriendo, no pocos recuerdan un debate público acaecido en nuestra ciudad (circa 2010) en el que Ings. Agrónomos de la UNER afirmaron públicamente que no había constancias científicas de que el glifosato fuese una substancia dañina para los seres humanos.
Mientras tanto, el ya fallecido Andrés Carrasco, quien fuera presidente del CONICET y director del Laboratorio de Biología Molecular de la UBA recorría el país y el extranjero alertando sobre los resultados de sus investigaciones sobre esta substancia.
Hoy el debate está cerrado, no solo el glifosato sino también el resto de los agrotóxicos de uso habitual en nuestra agricultura son temibles, peligrosos; además de ser prescindibles porque su uso, tal lo acreditan los investigadores que se ocupan del tema, en el INTA por ejemplo, han demostrado que no aumenta los rindes por hectárea de los cultivos ni la calidad de los alimentos obtenidos con su uso.
Sin embargo desde hace más de una década, primero silenciosamente y hoy estruendosamente, la sociedad reclama el fin de esta maquiavélica confabulación entre intereses económicos foráneos y una minoría prebendaria local que usufructúan esta inescrupulosa forma de ganar dinero.
Las mentiras organizadas en falsos discursos promocionales por los laboratorios que ganan dinero vendiendo estas substancias han sido derrumbadas una a una, a pesar de lo cual estas prácticas se siguen efectuando con una impunidad que alarma, sorprendiendo que los miembros de nuestra legislatura no tomen inmediata partida para proteger a los ciudadanos inermes que ellos representan, sino que por el contrario toman decisiones a favor de estos intereses que agreden a la sociedad toda.
AGMER se hizo cargo el año pasado la defensa de sus afiliados que son frecuentemente fumigados junto a los niños que concurren a las escuelas rurales, sin que ninguna autoridad pública cumpla con sus funciones de proteger a la sociedad, víctima indiscriminada de e3stas prácticas.
A pesar de los reclamos nuestros legisladores no han regulado su prohibición, ni siquiera las distancias de aplicación a los seres humanos de estos tóxicos, alarma que para esto no se pongan de acuerdo, aunque sí para otras cuestiones más lejanas del interés público.
Mientras tanto un número indeterminado de víctimas van quedando en el camino, las consecuencias se siguen difundiendo entre personas indeterminadas por ahora, dado que el Estado no investiga el tema y los responsables siguen mintiendo, facturando y embolsando ganancias con una permisividad que desespera.

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