COMIÉNDONOS LAS ENTRAÑAS

Los hombres consumimos más de lo que la tierra produce

Recursos agotados

Desde hace muchos años, la ONG Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network, -GFN-), viene efectuando un estudio acerca de los recursos que consumimos anualmente y la capacidad del planeta de regenerarlos.

 FUENTE: EL DIAFundavida

Opinión

 Los resultados son estremecedores, desde hace aproximadamente treinta años (Circa 1985) los hombres venimos consumiendo anualmente más de lo que la tierra produce, o sea venimos comiéndonos el capital de sustentabilidad vital.

Las cifras publicadas por esta organización son las siguientes:

 

Año Día del Exceso de la Tierra
1987 19 de diciembre
1990 7 de diciembre
1995 21 de noviembre
2000 1 de noviembre
2005 20 de octubre
2007 26 de octubre
2008 23 de septiembre
2009 25 de septiembre
2010 21 de agosto
2011 27 de agosto
2012 22 de agosto
2013 20 de agosto
2014 19 de agosto
2015 13 de agosto

 Observando el cuadro se puede advertir claramente que el problema se ha ido acelerando de una manera dramática.

Y no es cuestión de caer en el facilismo de responsabilizar al incremento de la población mundial por estas cifras, dado que los datos de consumo de recursos naturales y su distribución revelen otra realidad.

De hecho un solo país, EEUU, que tiene solo el 4% de la población mundial consume el 30% de los recursos totales y también podemos señalar que el 40% de los alimentos que se producen terminan en la basura por temas referidos a cuestiones comerciales, especulación y mala asignación de recursos.

Y no es cuestión de demonizar un solo país, de hecho la mayoría de los países funcionan con la misma lógica de la sociedad de consumo y pugnan por alcanzar niveles de exceso equivalentes a los del país del norte.

Los tiempos se aceleran en forma asombrosa, hace apenas un lustro hablábamos del calentamiento global, como una amenaza que alcanzaría la humanidad a mediados del presente siglo, sin embargo hoy el planeta está a merced de contingencias climáticas catastróficas que nos encuentran paralizados sin capacidad de respuesta.

Y ya no ocurre como antes, que los cataclismos tenían lugar, por ejemplo, en remotas regiones del sudeste asiático o de la Siberia oriental, ahora ocurren aquí, frente a nosotros, que hemos construido nuestras ciudades en los valles de inundación de enormes ríos que ahora son colmados por los nuevos regímenes de lluvias a los que deberemos acostumbrarnos por que han venido para quedarse.

Este exceso de consumo significa a corto plazo un agotamiento del capital natural que sustenta la vida de la Tierra además de las consecuencias que esto conlleva como la alteración de las condiciones atmosféricas globales.

El ritmo de acortamiento de la fecha de consumo de los recursos anuales, en vez de disminuir se acelera , si vemos el cuadro adjunto comprobaremos que en 2015 la fecha llegó 6 días antes que el año pasado, mientras que en los 4 años anteriores sólo se adelantaba un día.

La deuda ecológica que estamos contrayendo con nuestro futuro por razones obvias es impagable, no habrá moratoria ni refinanciación, ni tampoco nuevos créditos; como en el Mercader de Venecia solo la podremos cancelar con nuestra propia carnadura humana.

Y los países que lideran los procesos globales en la actualidad, en lugar de comenzar a revertir estos procesos, suben la apuesta orquestando políticas destinadas, no a cambiar el rumbo de la humanidad, ni siquiera a morigerar los efectos del consumismo desenfrenado que proponen, sino que solo les interesa transferir fuera de las fronteras de sus territorios las consecuencias de estos procesos, endosando sus ‘facturas ecológicas’ para que la paguen los otros.

Solo por dar un ejemplo: hace apenas pocos años los precios del petróleo se dispararon muy por encima de los 100 U$S el barril y hoy han bajado a la mitad, acelerando todavía más el consumo insustentable de este recurso no renovable, responsable a su vez de la emisiones de carbono a la atmósfera.

 

¿Qué es lo que ocurrió?

Simplemente que las compañías petroleras mundiales desarrollaron una nueva estrategia para obtenerlo a través de la feroz práctica de la fractura hidráulica –fracking- que significa la catastrófica destrucción del subsuelo y los acuíferos subterráneos: lo que se dice: una locura terminal.

Queda poco tiempo para que las consecuencias de estas acciones nos alcancen masivamente.    Por estos días el Papa Francisco, uno de los pocos líderes mundiales que denuncia estos temas, está visitando algunos países donde se generan estas políticas, sus dirigencias se han encargado de manifestar su desagrado y rechazo a sus denuncias porque apuntan a sus privilegios.

Lo que finalmente ocurra está por verse, seguramente mucho antes de lo que imaginamos.

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