CARTAS DESDE EL DOLOR

…»Cientos de miles de compatriotas se hacinan en cantegriles y otros cientos de miles pichulean con salarios de hambre. Mientras tanto, campos productivos que en manos de otros serían fuente de bienestar y riqueza de millones, se convierten en monocultivos vacíos de hombres para beneficio de algunos extranjeros y peores americanos.»

A PROPÓSITO DE LA TERCERA PLANTA

tabare-batlle-sanguinetti

DEL MURO DE Andrés  Figari Neves 12-11-17

Para entender (y poder opinar) en el «asunto» de la(s) «pasteras» hay que remontarse en el tiempo y conocer algunos antecedentes. Hoy existen dos «pasteras» y se planifica otra porque hay plantados millones de eucaliptos adecuados para fabricar pasta de celulosa, (no todos lo son). La inmensa mayoría de esos eucaliptos fueron plantados gracias a los créditos y subsidios amparados por la Ley forestal de 1987 que tenía por objetivo promover el «desarrollo» forestal. La ley forestal (y decretos complementarios) se basaron en estudios y leyes del gobierno blanco que tenía a Wilson Ferreira como ministro del ramo.

Esos estudios se realizaron en el marco de la CIDE (Comisión de inversiones y desarrollo económico) que funcionó entre 1960 y 1967, cuyo cometido era «formular planes orgánicos de desarrollo económico, proyectar y buscar su financiación interna y externa, coordinar toda labor tendiente a aumentar la productividad nacional y vigilar la puesta en práctica de los planes que se apruebe». Es por aquel entonces que se realizan las primeras tipificaciones de suelo teniendo en cuenta su «productividad» (en realidad su rentabilidad) y como consecuencia su capacidad impositiva. La Comisión Nacional de Estudio Agro económico de la Tierra (CO.N.E.A.T.) fijo los índices para los suelos del país y se determinaron los suelos de «prioridad forestal»; unas 3.500.000 has como posibles beneficiarias de los créditos y tributos ya mencionados.

Pero hay una cosa que se debe entender bien, el carácter «forestal» de un suelo NO es una propiedad natural del mismo. Un suelo es «declarado» forestal no solo y no tanto por sus propiedades físico-químicas como por su eventual productividad como «agrícola-ganadero». De la misma manera que un campo tiene un índice coneat mayor o menor de 100 de acuerdo a una productividad ficta que surge de compararlo con los rendimientos de otros campos según una canasta de productos (carne –lana), un terreno es «declarado» forestal según se lo considere más o menos apto comparado con ESAS producciones en un momento histórico determinado.

Si el coneat se hubiera establecido cincuenta años antes o cincuenta después, el índice y la tipificación hubieran sido otras!!!. En pocas palabras, un suelo de prioridad forestal NO ES, se hace, se determina, es una decisión política con un cierto respaldo técnico; y el respaldo técnico, tampoco es técnicamente puro. No es puro porque la calificación está determinada por el uso y en el uso intervienen muchos más factores que las propiedades físico-químicas.

En el uso influyen cuestiones tales como la tecnología, el tamaño, y muy especialmente las relaciones de propiedad. Eso significa que el uso que predomina en los suelos del país (agrícola-ganadero) depende no solo y no tanto de sus propiedades edafológicas (se podría producir infinidad de cosas diferentes en los mismos lugares) como de factores que tienen que ver con lo que ha sido la historia de la República y las leyes que nos gobiernan. El Uruguay no es un país ganadero (o forestal) independientemente de los hombres que lo pueblan.

Es lo que es como consecuencia de su historia; por haberse constituido como República en un territorio apropiado por unos pocos y prácticamente sin gente. Porque nunca existió una población campesina que presionara sobre la subdivisión del recurso y la erradicación de la «estancia» como unidad productiva. Por eso la carne y la lana fueron los rubros principales, y por eso predominó una cultura urbana que miró con desprecio todo lo relacionado con la «vida del campo». Los proyectos de la CIDE se hicieron con esa óptica; fueron funcionales a un modelo de país que se adecua a los intereses de una minoría de terratenientes y a un sentir que predomina en los pobladores urbanos. No se trataba de erradicar la estancia y sustituirla por la «farm» (y mucho menos por la comuna). Había que modernizarla; alcanzaba con hacerla más rentable del punto de vista del interés de sus propietarios y de paso más «productiva» para las arcas del Estado.

Los planes han sido todo un éxito. Medio siglo después se produce más y más diversificado que entonces. El campo forestal sustituye a la estancia. Lo «productores» que han logrado sobrevivir ganan más que sus antecesores y el Estado recauda como nunca. Eso sí son muchos miles los que han quedado por el camino y muchos más lo que deberán hacerlo. Cientos de miles de compatriotas se hacinan en cantegriles y otros cientos de miles «pichulean» con salarios de hambre. Mientras tanto, campos productivos que en manos de otros serían fuente de bienestar y riqueza de millones, se convierten en monocultivos vacíos de hombres para beneficio de algunos extranjeros y peores americanos. ¿Teniendo uno de los países con mayor cantidad de tierra fértil por habitante será ese nuestro destino manifiesto? 

 

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