EL DESARROLLO…. DE FINLANDIA

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Aníbal Terán Castromán
Juzguen ustedes si tengo razón: El editorial de El Observador del pasado viernes 4 plantea el problema del difícil equilibrio entre “Desarrollo” y “Medio Ambiente”. Afirma que para desarrollarse, un país tiene que admitir cierta cuota de daño ambiental. “Salir del subdesarrollo impone aceptar la ocasional transformación de alguna zona de idílica pureza”, dice. Ese concepto, partiendo de los editores de uno de los medios de influencia en la opinión pública uruguaya, constituye en sí mismo, una buena razón para entre otras cosas, revisar el significado de la palabra “desarrollo”.
¿Es “desarrollo” el abuso consumista de los países del llamado “primer mundo”? ¿A dónde los ha llevado su estrategia de crecimiento económico a costa de un desequilibrio ecológico que conduce al agotamiento de los recursos naturales del planeta? No hace falta ser muy suspicaz para ver que esos países son los principales responsables de que la humanidad esté al umbral de su autodestrucción. Y esta definición fatalista de un proceder autodestructivo, no es resultado de elucubraciones de la mente enferma o anacrónica de algún fundamentalista, son las advertencias de respetados expertos cuyos informes estudian organismos internacionales como la propia ONU y hasta instituciones financieras como el Banco Mundial. ¿Quiere El Observador que Uruguay aliente un modelo suicida? ¿Se molesta por la resistencia de los que tomamos en serio esas advertencias?
Luego habla de que “…hubo inicialmente protestas contra la planta de celulosa de Montes del Plata en Colonia. Pero han sido desechadas, reconociendo el ejemplo de la beneficiosa transformación productiva y laboral que la planta de UPM indujo en la zona de Fray Bentos.” El Observador debería informarse mejor de cómo defraudó expectativas la Pastera que pone como ejemplo. Si de algo es ejemplo UPM, es del peor negocio para el país que se pueda imaginar, llevándose una empresa extranjera jugosas ganancias merced al destrozo de nuestros suelos, recursos hídricos e infraestructura vial, ocupando actualmente menos de 50 obreros uruguayos. ¿A eso le llaman “desarrollo”?
Pero hasta ahí lo hubiera tolerado, incluidas sus malas observaciones sobre la discusión en torno al puente de Laguna Garzón y el Puerto de Aguas profundas de Rocha, sabiendo que El Observador representa una visión mercantilista del mundo y es vocero de quienes están dispuestos a sostener el modelo capitalista hasta que el planeta reviente, como si no hubiera alternativa alguna. Lo que no pude soportar, por tocarme personalmente, fue la siguiente observación referida al proyecto Aratirí : “Productores rurales y residentes de la zona se opusieron inicialmente. Pero la controversia se ha desviado ahora a una disputa entre el gobierno, por un lado, y Aratirí y las demás empresas mineras, por otro, en torno a la división de los beneficios financieros entre el Estado y los inversores privados.”
Desconoce El Observador que la oposición inicial de productores rurales y residentes de la zona, ha crecido al punto que hoy se están juntando firmas en Tacuarembó, Rivera, Treinta y Tres y Lavalleja para que esos departamentos se declaren libres de minería metalífera de gran porte. Estos movimientos ciudadanos sumados a la carta a Mujica de los Amigos de Aiguá (Maldonado) firmada ya por miles de personas, el pronunciamiento de gremiales agropecuarias de varios departamentos, la gran marcha en defensa de la Tierra del 11 de octubre del año pasado en Montevideo, y muchas otras acciones a lo largo y ancho del país, parece que no tienen ninguna importancia para El Obervador. Es más, da a entender que la oposición se habría extinguido, porque la califica como algo que ocurrió “ inicialmente” y que ahora el asunto es una disputa entre gobierno y empresarios por el reparto del lucro que dejaría el negocio minero.
El colmo de ese desprecio por las acciones ciudadanas, lo constituye la siguiente frase: “Frecuentemente las reticencias corresponden a grupos locales más empeñados en evitar cambios en su entorno que a priorizar el interés nacional.” Esta es una observación muy equivocada. Con tan solo escuchar los argumentos que se presentan contra Aratirí, cualquier persona razonable se da cuenta que la defensa del interés nacional es la base del alegato. Y por cierto que queremos cambios, pero no los del tipo depredador y colonialista que proponen las multinacionales como Aratirí, UPM y Montes del Plata.
Para terminar, quiero destacar un párrafo de ese editorial, con el que estaría de acuerdo si tan solo se le cambiara una palabra. Dice El Observador: ”Pero en todos los casos en que surgen cuestionamientos a obras que modifiquen el entorno de una zona es indispensable establecer con precisión cuándo los inconvenientes o el impacto ambiental que causen son menos importantes que las ventajas que aporten para que el país avance hacia la meta del desarrollo.” Yo escribiría: ”… es indispensable establecer con precisión cuándo los inconvenientes o el impacto ambiental que causen son más importantes que las ventajas que aporten ….”
El “desarrollo” bien entendido va de la mano del “cuidado del ambiente”. Sin respeto por la naturaleza no hay desarrollo posible, solo una loca carrera hacia un precipicio. Y El Observador quiere que corramos hacia allí.

 

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